miércoles, enero 25, 2006

¿Mi Espacio será libre de humos?

Queridos amigos, necesito vuestra opinión más sincera. No se muy bien cuánto espacio físico ocupará este mi espacio cibernético, pero si de algo creo estar seguro es de que, por el momento, no llega a los cien metros cuadrados. Así que ahora me viene la duda si etiquetarlo como libre de humos o no. Ya, ya sé que yo no fumo y que el humo me molesta bastante, pero los últimos acontecimientos me hacen dudar de si debo mantener o no mis convicciones. Os cuento y me ayudáis a decidir.

Día 7 de enero, resaca de fiestas. Todos los regalos entregados o recibidos y todas las proposiciones de año nuevo realizadas. No nos engañemos, era sábado, y no estaba dispuesto a empezar lo de “año nuevo, vida nueva” hasta el lunes siguiente, una vez instalado ya en granada, aún así, estaba ordenando un poco mi habitación y, con ella, mi vida.

Como todos los años, hay un tema que en general nos ocupa para poder olvidar las navidades y emprender la rutina con conversación nueva para que, al menos, algo sea nuevo. En este 2006, obviamente, está siendo la ley que prohíbe fumar en lugares de trabajo. Y yo, como no-fumador practicante (que se lo digan a mi faringe, ¡pues no es nadie!) y, por lo general, defensor de este gobierno con el que en tantas cosas coincido, me suponía muy de acuerdo con esta ley, que encontraba correcta. Desde mi, todavía ingenuo, punto de vista, el tema había sido muy exagerado por los medios de comunicación; no pensaba yo que iba a ser de una repercusión tan directa una vez llevado a cabo. Como en tantas otras cosas, me equivoqué. En este mismo día, dos visiones del mismo tema, tan distintas, me plantearon dudas sobre mis propias convicciones.

El sábado de resaca de navidades me levantó con ánimos renovadores y comencé a ordenar todo lo que en los últimos quince días había ido quedando esparcido por mi habitación en casa de mis padres, cuando, a eso de las 12 del mediodía, a través de una llamada a Silvia, salta el tema de la ley afectándonos de un modo que nunca me había planteado.

A las cinco de aquella misma tarde, nos dirigimos al lugar de la noticia, para comprobar in situ los efectos de la nueva ley: Arroyo de la Miel (una zona entre Benalmádena pueblo y Benalmádena costa, que no tengo muy claro a quién pertenece) y donde nuestros amigos Inma y Javi llevan viviendo muchos años y regentando un kiosco más de dos. A todos os habré hablado alguna vez de ellos. Han sido padres hace ahora cuatro meses y medio de un niño rubio como su padre y con unos expresivos ojos azules que hacen caerse la baba a cualquiera, especialmente si perteneces al género femenino y tienes activado el reloj biológico, pero este es otro tema.
Esta familia, porque ya lo son, se ha consolidado con el nacimiento de Brian y gracias a los ingresos que el pequeño negocio les iba proporcionando. Una semana después del primer día de aplicación de la ley, nos llaman para decirnos que el negocio no podrá resistir sin el tirón que supone el tabaco para la venta. La gente va a comprar tabaco llamada por la necesidad de nicotina y “ya que estamos” compra algo de género. Si el cliente no viene a por el tabaco, no verá el dulce y no le entrará por los ojos. Ojos que no ven.
Para los que, como yo, de la ley sólo os había parecido reseñable el hecho de que los bares y restaurantes tuvieran que elegir “humos sí, humos no”, os informaré de que a partir de primeros de año no se puede adquirir tabaco en aquellos establecimientos en que se vendan comida, mucho menos si en dicho local entran menores sin la compañía de adultos. Esta es casi la descripción de un kiosco; o al menos, del de nuestros amigos.
Ellos nos relataban los hechos con la aparente tranquilidad del que lleva días intentando asumir la desgracia pero con la inquietud en los ojos de quien no tiene muy claro su futuro.
Brian tendrá suerte. Vivirá en un país en el que no respirará el humo de los demás en los bares, en las tiendas, en su futuro lugar de trabajo. Pero desde sus cuatro meses de vida, quizás no comprenderá fácilmente por qué de pronto no podrá pasar el día entero junto a su mamá en la tienda, donde se está calentito, donde cada cinco minutos viene alguien a decirle lo mono que es y donde los colores de las miles de golosinas le hablan de un mundo maravilloso de experiencias y sabores a descubrir. Mamá Inma tendrá que buscar otro trabajo o papá Javi (rubio) deberá pasar más horas fuera. Los reyes de oriente le han “cerrado el kiosco” a Brian, y nunca mejor dicho.
Brian no es fumador, sus padres sí. Esta ley les ha traído muchas renuncias a los tres y ninguna de ellas producirá una reducción de nicotina en sus cuerpos.
Nos despedimos de ellos deseándoles lo mejor. Brian tiene sueño, es su hora del baño y eso no lo perdona. Cuando nos marchamos de allí, Brian llora pidiendo bañera y biberón. Sus padres lo cogen y lo calman en unos segundos. Quizás ellos también necesiten a alguien que, como ellos hacen con Brian, los tranquilicen y sigan adelante con la vida intentando que no sean conscientes de los problemas que les hacen llorar y quejarse.

Acto seguido, nos encontramos con la otra cara de la moneda.

Yo soy un huevón, todos lo sabéis. Y tras las navidades viendo a diario a mis amigos de toda la vida Mery y Cantero, tuvo que ser el último día de mis vacaciones, después de ir al Arroyo de la Miel, por la noche y con prisas, el que le llevé un CD que me habían pedido semanas atrás. Así soy yo.
Mery es una mujer de decisiones firmes, no como yo.
Ella sí que había decidido cambiar de vida después de las fiestas, el día 7 de Enero, y ahí estaba la tía dejando de fumar. Con dos ovarios. Bueno, con uno y medio, que son los que le quedan, no vamos a engañarnos, pero ella le pone dos (posiblemente sean dos en el espacio “Z sub-algo”, que yo de eso no entiendo) si hacen falta.
La visita fue breve, y menos mal, porque mi Silvia y yo hubiéramos salido de allí muy escaldados en caso contrario. El primer día de mono de tabaco tiene que ser muy duro. Más si, como Mery aquel día, tienes la regla. Si además tu novio tiene el mismo mono que tú pero este no es por auto-convencimiento sino por solidaridad, la cosa se pone muy chunga. Porque cuando uno se pone a dejar de fumar, por lo visto, tu pareja también ha de hacerlo, e intentando evitar los reproches. Espinoso asunto. Así que Cantero ha tenido que dejar de fumar también, pero con menos ganas aún.
La situación era a un tiempo tensa y graciosa. Entre ellos volaban “tiritos” que, en ocasiones, sonaban a cañonazos y con nosotros se apreciaba un generoso intento de ser agradables que les ponía aún más nerviosos. Como digo, tenso pero divertido.
En este caso, la dichosa ley nos proponía una visión muy diferente. Mery sabe que su salud se lo agradecerá muchísimo si lo consigue y Cante ha de ayudarla. Para ellos, la nueva norma ha servido como punto de inflexión en el que tomar una decisión que les permitirá, en un futuro no muy lejano ser también una familia. Naya (porque la cosa va de nombres raros), si decide algún día venir a este mundo, crecerá en un país sin humos en el que sus padres hicieron un esfuerzo muy grande contra una necesidad (auto-impuesta, pero necesidad) para poder darle lo mejor de ellos mismos.
Yo les di todos los ánimos que pude intentando no incidir mucho en el tema, por aquello de salir ileso de su casa y nos alejamos de allí con una sonrisa de alivio por un lado y de alegría por ver a nuestros amigos decididos a cuidarse el uno por el otro.

Tras esta tarde tan ajetreada, nos dispusimos a cenar con otros amigos, en casa de mi hermano (vaya vida social, ahora que lo pienso). Silvia y yo debimos parecer ausentes durante toda la cena. Tanto por no tratarse de amigos muy cercanos como por las sensaciones contradictorias que habíamos estado viviendo durante las últimas horas.
Como no podía ser de otra manera, surgió de nuevo el tema. Ni Silvia ni yo participamos de la conversación, sin saber por qué. Ninguno de los dos aún siendo, posiblemente, más conscientes de las consecuencias directas que el resto de los allí presentes. Era como si volver a escuchar todo lo que se había venido hablando durante semanas sin ponerle caras ni nombres propios sonara trivial, ingenuo. Avanzando en la conversación volvió a surgir una nueva dicotomía: Javi (este no es el rubio) y Marián tienen prevista su boda para Abril, ¿el banquete será o no para fumadores? ¿Deberán situar a los comensales en función de sus vicios en lugar de sus parentescos? ¿Estarán incitando a fumar a sus invitados (entre los que habrá niños) si les regalan los puros y cigarrillos de rigor?
Esta discusión me pareció de algún modo divertida y relajante. Me sacó de mis reflexiones anteriores y volví a tratar el tema como hacemos todos los días: dando una opinión sin fijar nuestra atención en cómo esto afecta realmente a la gente de verdad, a los nombres y a las caras.

Y así me quedo. Con dudas. Sigo creyendo que esta nueva realidad hará bien en la salud de muchas personas, pero todo es relativo. Ahora cuando opine intentaré no cerrarme en una sola opción, comprender que lo que hace bien a muchos, puede molestar a otros. Y no por esto deja de estar bien, sino todo lo contrario. ¿Veis? Un mar de dudas.

Dentro de unos cuantos años, espero acordarme de este tema que será, seguro, pasajero y preguntarles tanto a Brian, cuando pueda hablar, como a Naya, cuando sea concebida (si no lo está ya, que yo no pongo la mano en el fuego), qué les parece el mundo sin humos al que han llegado y que tanto esfuerzo les ha costado a sus papás. Por ahora, sólo os lo puedo preguntar a vosotros. Mi espacio ¿con o sin humos? Vosotros decidís, que yo no puedo.