jueves, agosto 09, 2007

Abriendo puertas, cerrando heridas



Que el 2007 iba a ser un gran año, lo he venido escuchando durante meses sin llegar a creérmelo del todo.

De pronto, te das cuenta, que el año no es bueno ni malo ni todo lo contrario sino que todo depende del camino elegido en su transcurso.

La imagen que os muestro hoy es de una instalación ("49 rooms") del artista coreano Kyuchul Ahn en la Casa Encendida de Madrid allá por el mes de Febrero, a comienzos de este año que se prometía tan maravilloso. No es más que un montón de puertas ordenadas dejando entre ellas 49 habitaciones en las que casi hay el espacio justo para que puedas abrir una puerta y pasar a la siguiente.

¡Es tan significativo! Ya entrar es una indecisión, pues son siete puertas en cada uno de los lados y a partir de ahí, cada pequeña habitación tiene tres puertas más por donde continuar tu camino o volver a coger la de entrada para salir. A veces, el espacio se agobia tanto que no sabes cuál coger. Otras veces, para abrir una puerta tienes que cerrar otra, porque si las dos están abiertas, chocan y no puedes pasar. A veces ninguna de las puertas te parece un buen destino y coges la que piensas que te va a llevar hacia afuera, aunque ya estás un poco desorientado. Casualmente encuentras una habitación en la que no hay nadie y cierras las cuatro puertas; entonces, te paras y escuchas a tu alrededor el estruendoso ruido de gente yendo de un lado a otro, abriendo y cerrando puertas que les llevarán o no a algún sitio y te das cuenta de que el mundo es como esta instalación. Vas moviéndote escogiendo una u otra puerta y hay otras personas a tu alrededor que hacer lo mismo por su camino. Unas veces te cruzas con ellos, otras no. Pero siempre hay alguna puerta por la que seguir.

Espero que sigamos encontrándonos en alguna habitación.

Os dejo con una canción de Pedro guerra:

Mi casa está en el mar con siete puertas.
Yo ya no vivo allí pero me esperan
el viejo que no entiende mis canciones
la plaza, los fantasmas, los rincones
el tiempo de llorar
la ganas de cantar
y un niño que se llena de razones.