martes, junio 19, 2007

Meravigliosa Creatura




He aquí mi sincero homenaje a la personalidad de mi coche.




Hay coches especiales por lo carísimos y lujosos que son, otros por su antigüedad, otros por el esmero con el que sus dueños lo limpian y cuidan. Los hay que destacan por los estravagantes alerones y pegatinas que le colocan sus dueños, por lo llamativo de su color o, incluso, hay coches que llaman la atención por la cantidad de polvo y barro que acumula su carrocería, que nos habla de las aventuras vividas en su trayecto y no de la falta de higiene de su conductor.




Mi coche no es especial por nada de estas cosas. Nunca está ni demasiado sucio ni demasiado limpio. Su color es blanco, no demasiado llamativo, pero tampoco aburrido y, obviamente, no lo he tuneado, pero ya venía él de fábrica con su aleroncito detrás y sus llantas guayonas. Mi coche es especial por otro tema muy importante. Mi coche tiene personalidad propia.




¿Que cómo lo sé? Muy sencillo. Como todo el mundo, él tiene días en que se le cruza un cable y se pone de malas. Cuando él tiene un mal día, me enciende una lucecita roja en el salpicadero y entonces el volante se vuelve duro como una piedra y él decide que hoy no lo voy a llevar como yo quiera. Otros días, si le duele la cabeza, me apaga la radio súbitamente y para que me dé cuenta, lo hace cuando piso el freno, que es como más impactante porque de pronto todo se queda en silencio con un frenazo.




Hoy mi coche ha debido de tener un día horrible, o quizás ha intuído el mío, y ha decidido que se plantaba. Así. Y ha decidido el tipo de día que quería pasar. Por lo pronto, ha pensado que adelantando a un camión a 120 en la autovía era el mejor momento para ponerse en huelga. Así que todas las agujas indicándome 0 km/h y yo a 120 por la autovía... y, ¿funcionan las luces de emergencia en este momento? No, cuando uno se pone en huelga, se pone en huelga. Eso sí, como no le apetecía pasar la tarde en la autovía, me ha llevado a casa. Sin indicarme la velocidad ni las revoluciones a las que íbamos, pero me ha llevado. Porque mi coche es cabezón, pero en el fondo es incapaz de dejarme tirado en una cuneta cuando tengo hambre.




Él tiene mucha personalidad. Mucha. Así que una vez llegados a la puerta de casa, mi coche ha decidido no apagarse. Y cuando toma una decisión la toma. ¿Acaso es razón para apagarse un coche, el que yo esté fuera de él y con la llave en mi mano? No señor. Mi coche tiene personalidad suficiente como para quedarse encendido, acelerar, cambiar de marchas, todo lo que quiera aunque la llave no esté puesta... me río yo de David Hasselhof y su pelo cardado (yo estoy por comprarme unos pantalones de cuero).




Esta tarde, mi coche no quería ir a trabajar. Así que después del show que me ha montado al medio día, ha decidido no encenderse por la tarde. "Ah, ¿sí?"- le he contestado yo intentando mostrar un poco de autoridad "pues ahora te quedas aquí y te llevo al médico".


Todo el mundo sabe el miedo atroz que tienen los automóviles a esos señores vestidos de azul que le miran los bajos impúdicamente por no hablar de los cambios de fluidos que les hacen. Pues ni con esas. Así que mi querido Fiat, se ha montado en la grúa y, casi a rastras, lo han llevado al taller.




Él tiene mucha personalidad. Mucha. Cuando ha llegado al taller estaba contento. Nunca antes viajar le había resultado tan divertido como montado en una grúa. Al bajar, ya estaba de mejor humor así que cuando le han pedido que arranque lo ha hecho con toda la tranquilidad con la que se hacen las cosas cuando uno tiene la sensación de haber descargado todo lo malo que lleva dentro.




Ahora mi Punto sigue en el taller, lo van a mirar, por ver qué le pasó y yo tengo un coche de sustitución, que seguro que es un calzonazos que hace todo lo que le pido.




Hoy mi coche me ha enseñado mucho. Yo quiero ser como él. Si no estoy para nadie, no estoy y ya se me pasará.




Cuando se me pase, hablamos.